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sábado, 26 de mayo de 2018

"Cambios cerebrales y sustancias psicoactivas"



Las personas que padecen dependencia de sustancias o drogadicción sienten la necesidad incontrolable de consumir dicha sustancia con el objetivo de tener sensaciones placenteras o, a largo plazo, de poder alcanzar un estado anímico normalizado. Las drogas provocan modificaciones en la estructura del cerebro, alterando el sistema dopaminérgico, que provoca las sensaciones de placer; impiden tener el control de las emociones y provocan alteraciones fisiológicas muy perjudiciales, algunas, potencialmente mortales. Según cuál sea la droga, pueden producirse daños en los órganos, alteraciones de la memoria, fallos cardíacos o respiratorios, destrucción de tejidos…

El consumo de drogas de diferente naturaleza está extendido a lo largo del mundo. Se considera droga a cualquier sustancia que es capaz de modificar los circuitos cerebrales hasta el punto de crear una necesidad física y psicológica, y que tiene efectos nocivos en el organismo. Existen drogas legalizadas, como el alcohol y la nicotina; y drogas cuyo uso no está permitido: cocaína, cannabis opiáceos como la heroína, y drogas sintéticas (sustancias que no están en la naturaleza), como la metanfetamina o el éxtasis.

Todas ellas, legales o no, crean adicción, producen efectos nocivos en el organismo y modifican la estructura del cerebro. Dependiendo de la dosis y la rapidez de la administración, y también de la propensión de la persona que consume, los efectos adictivos son más o menos intensos. Pero, ¿cómo actúa una droga en el cerebro?

Modifica el circuito del placer

La clave de la dependencia de sustancias reside en la segregación de neurotransmisores en el cerebro, como la dopamina, que son los responsables de sensaciones de placer y bienestar. Las drogas alteran el sistema dopaminérgico del cerebro, causando una gran sensación de placer para después producir un bajón intenso. Lo que hacen en realidad es disminuir los receptores de dopamina. Por ello, cuanto más se consume, más tiempo tardan los niveles de dopamina en subir de nuevo, por lo que el individuo necesitará cada vez más cantidad y frecuencia de la misma sustancia. El consumidor acaba necesitando las drogas para sentirse “normal”.

En estado natural, las personas experimentamos placer ante determinadas actividades necesarias para la supervivencia. Segregamos dopamina ante la alimentación, la práctica de relaciones sexuales, la relación con los otros, el enamoramiento… Y también ante otras actividades, como la pintura o la música. Pero en un caso de drogodependencia, la persona deja de sentir placer ante actividades que antes le resultaban agradables, dado que su sistema dopaminérgico está tan alterado que el placer solo vuelve a aumentar si vuelve a consumir. En la búsqueda de sensaciones placenteras, repetirá la conducta una y otra vez, perdiendo la capacidad de tomar decisiones racionales.

Disminuye la capacidad de controlar las emociones

El área del cerebro encargada en la toma de decisiones racionales es la corteza frontal. En cambio, la amígdala es el centro del sistema límbico, parte primitiva donde se concentran las emociones. Uno de los efectos de las drogas es que interfieren en la relación entre la corteza frontal y la amígdala. Por tanto, se dificulta el proceso de toma racional de decisiones, de control de sentimientos y deseos, y de emitir juicios.

Esta es la razón por la cual bajo la influencia de alguna drogas las personas parecen más desinhibidas. Por ejemplo, una persona habitualmente tímida puede convertirse en alguien muy hablador tras beber una o dos copas de vino. Otra consecuencia de este efecto es el aumento de la agresividad. Según la vulnerabilidad de cada persona, drogas como el alcohol o la cocaína pueden crear estados de cólera.

Altera la memoria

Durante la exposición a una droga se ve afectado el hipocampo, un área del cerebro que está relacionada con el aprendizaje. El hipocampo interviene en el proceso de la memoria y el alcohol y la marihuana son dos sustancias ante las que este área es particularmente sensibles. Por eso, después de estar bajo la influencia de alguna de ellas es posible presentar ciertos olvidos, denominados “lagunas mentales”. 

Afecta a la coordinación 

El cerebelo es el encargado de los procesos de movimiento y los reflejos. Es especialmente sensible a sustancias como el alcohol. Uno de los efectos del consumo de alcohol es la falta de coordinación de los movimientos y la articulación de las palabras.

Altera la percepción

Hay drogas que pueden desajustar la percepción del paso del tiempo, como los opiáceos. La heroína provoca una sensación por la cual el tiempo parece transcurrir más lento. En el caso de los cannabinoides, como la marihuana, pueden impedir que se perciba correctamente el tiempo de reacción. Este efecto es especialmente peligroso en conductas como la conducción. Otras drogas pueden causar sensación de irrealidad o, incluso, producir alucinaciones.

Produce estrés

El estrés está muy implicado en las adicciones, tanto como factor de riesgo en el inicio de una dependencia como consecuencia del abuso de las drogas. Determinadas sustancias estimulantes liberan cortisol en el cerebro, la hormona del estrés. El estrés puede aumentar el sistema dopaminérgico, lo que explica que las emociones fuertes y situaciones límite puedan resultar placenteras para algunas personas.

Daños en el organismo

Además de modificar profundamente y a largo plazo la estructura del cerebro, la exposición prolongada a las drogas produce otros cambios en el organismo muy peligrosos. Algunos pueden resultar mortales.

Algunas sustancias, como la cocaína, o la heroína, inhiben el centro respiratorio; la metanfetamina puede producir arritmias y fallos cardíacos. Todo ello aumenta el riesgo de muerte por sobredosis.

El cuerpo sometido a las drogas también puede sufrir un aumento de la temperatura corporal, en el caso del éxtasis, lo que se conoce como hipertermia. Puede ser mortal.

Reducen la fertilidad. Muchas drogas producen una disminución de la fertilidad tanto en hombres como en mujeres. El alcohol y el tabaco destruyen las células germinales en ambos sexos, y la marihuana disminuye la producción de espermatozoides.

Destruyen los tejidos. A largo plazo, las drogas pueden causar la muerte de células de algunos tejidos. Sustancias como la heroína o la cocaína, especialmente cuando son aspiradas por la nariz, se acumulan en los vasos sanguíneos, produciendo vasoconstricción. 

Este efecto vuelve rígidas a las venas y las obstruye, impidiendo la llegada de riego sanguíneo a tejidos y órganos. Por ello, muchas células de estructuras que rodean la nariz y la boca pueden morir, produciéndose la pérdida de tejido.
 
La pérdida de dientes, por la afectación del tejido gingival, es un problema frecuente en personas drogodependientes. También es frecuente que presenten un aspecto envejecido y demacrado.

Otras drogas pueden producir enfermedades asociadas a su consumo. El abuso del alcohol se asocia, además, con problemas de hígado, estómago y varios tipos de cáncer. La nicotina, por su parte, es un factor de riesgo en el desarrollo de cáncer de pulmón, cáncer de la cavidad orofaríngea y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).

Además, las drogas están asociadas a actividades de riesgo. Es muy frecuente entre las personas drogodependientes compartir jeringuillas o practicar sexo sin protección, con el riesgo de contagiarse el virus del VIH, hepatitis B. Además, la incidencia de accidentes de tráfico, heridas graves, agresiones sexuales, ataques violentos, caídas y suicidios aumenta con el uso de las drogas.

La drogadicción, dado que provoca notables modificaciones en la estructura del cerebro, puede considerarse una enfermedad cerebral. Cuando una persona es incapaz de controlar el impulso de consumir, o quiere parar pero no es capaz, estamos hablando de un problema de adicción y necesita recibir ayuda. El tratamiento pasa por una desintoxicación, además de un proceso de deshabituación, con ayuda de fármacos y terapia psicológica. Lo más importante es que una persona con adicción a las drogas puede recuperar sus funciones cerebrales normales si recibe la ayuda adecuada. Cuanto más joven se inicie el tratamiento, más probable será la recuperación, dado que el cerebro joven es mucho más plástico.

Esta plasticidad cerebral tiene una contrapartida, y es que cuanto antes se inicie el consumo de drogas, más probabilidades hay de caer en una adicción. La edad de inicio de consumo de drogas se sitúa entre los 15 y los 22 años. Por tanto, las campañas de prevención en edades tempranas son fundamentales para evitar caer en una dependencia.

Dr. Arnulfo Mateo (Hijo)
Médico Internista y Psiquiatra
CENTRO MEDICO ANACAONA
Tel. 809-557-4714./ Cel. 480-0908.


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