Todos dormimos. Al igual que el agua y
el alimento, el sueño es una necesidad biológica fundamental de los
seres humanos. Pasamos casi un tercio de nuestra vida en el reino de
Morfeo. Después de dormir bien nos sentimos energizados y descansados.
¿Qué sucede en nuestro cerebro durante la noche, cuando dormimos?
Contrario a lo que pareciera, tanto
el cerebro como el cuerpo se mantienen bastante activos mientras estamos
durmiendo. El hipotálamo, una estructura pequeña ubicada en la base del
cerebro, se encarga –entre otras tareas– de coordinar la inducción de
sueño con la llegada de la noche. De igual manera, varias estructuras
cerebrales coordinan la liberación de hormonas a lo largo del sueño, las
cuales tienen influencia en todo el cuerpo.
El sueño es importante para el
fortalecimiento de los sistemas inmunológico y cardiovascular, así como
para la regulación del metabolismo. Pero también es imprescindible para
el cerebro mismo. Se divide en dos distintos tipos: el sueño de ondas
cortas –o profundo, en donde se da un descanso más intenso– y el sueño
de movimientos oculares rápidos, que es más ligero y es en donde se
experimentan los sueños. Diversos estudios han determinado que el
primero, el de ondas cortas, es esencial para que las memorias más
importantes que se generan durante el día se consoliden y las podamos
recordar más adelante. Por eso es tan importante dormir bien antes de un
examen o una presentación importante.
Un estudio de 2013 realizado en el
Centro Médico de la Universidad de Rochester determinó que durante el
sueño, el cerebro se “limpia a sí mismo”. En ratones, la doctora Maiken
Nedergaard y un equipo de investigadores observaron que, al dormir, los
productos tóxicos del metabolismo neuronal que se acumulaban durante el
día se eliminaban en la noche. Incluso, la proteína b-amiloide –cuya
acumulación anormal se cree que es una de las causas de la enfermedad de
Alzheimer– se eliminaba de esta manera.
Sin duda, dormir bien es importante
para mantener una vida sana. Pero, ¿qué tantas horas de sueño es la
medida óptima? Depende de la edad. Por ejemplo, los bebés duermen unas
17 horas al día, mientras que los niños y adolescentes necesitan, en
promedio, nueve horas. La mayoría de los adultos requiere cerca de ocho
horas, aunque esta cifra normalmente disminuye con la edad, al igual que
la profundidad y la continuidad del sueño.
Segun Rodrigo Pérez Ortega, neurocientifico de bastante experiencia, la privación del sueño, según su
duración e intensidad, causa graves estragos. Después de más de 15 horas
continuas de vigilia, empezamos a experimentar un deterioro cognitivo,
que se traduce en problemas para concentrarnos y en una baja velocidad
de reacción, similar a un estado de ebriedad. De manera crónica, la
falta de sueño o una baja calidad de éste, se asocia a un riesgo elevado
de desarrollar diabetes e hipertensión. De hecho, varias enfermedades
neurológicas y psiquiátricas también se asocian a trastornos del sueño.
Hoy, a muchos se nos olvida la
importancia –y delicia– del sueño. Pero es necesario darle prioridad
para poder sentirnos sanos y rendir al máximo al día siguiente.
Fuente:www.tecreview.tec.mx
Dr. Arnulfo Mateo (Hijo)
Médico Internista y Psiquiatra
CENTRO MEDICO ANACAONA
Tel. 809-557-4714/ Cel.0809-480-0908.
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