Autores: Escobar Izquierdo Alfonso, Gómez González Beatriz.
RESUMEN
La Violencia es una actitud que se asocia a mecanismos generados en el sistema nervioso central (SNC). La participación del SNC en la conducta violenta genera actividad somática y visceral, ya que participan los sistemas sensorial, motor y autónomo, además de los sistemas endocrino e inmune, que forman parte de la reacción de alarma ante una situación de estrés. Sin embargo, mecanismos de aprendizaje y memoria, que también dependen del SNC, pueden aumentar, disminuir o eliminar la conducta violenta.
Desde el punto de vista filogenético la conducta violenta ocurre en prácticamente toda la escala animal. Las estructuras del sistema nervioso central que participan incluyen: el sistema límbico; estructuras no límbicas, tallo cerebral y médula espinal. Del sistema límbico participan con significación funcional y conectividad la amígdala, formación hipocámpica, hipotálamo, tálamo, corteza prefrontal dorsal y orbitaria, circunvolución del cíngulo, la sustancia gris periacueductal y el área tegmental ventral en el mesencéfalo. Las estructuras no límbicas incluyen las neocortezas específicas y asociativas, unimodales y heteromodales, así como los núcleos motores, somáticos y viscerales, en el tallo cerebral y médula espinal.
En otras palabras, todo el SNC participa, estructural y funcionalmente, conjuntamente con la amplia gama de neurotransmisores necesarios para la función de las interconexiones entre estructuras límbicas y no límbicas. El resultado de la puesta en juego de todo el SNC conduce a hacer manifiestos los patrones de conducta apropiados con el substrato psicológico correspondiente.
En el ser humano y en algunos modelos animales se ha logrado esclarecer la significación funcional de cada una de las estructuras participantes en las respuestas emocionales. La amígdala, una de cuyas funciones incluye la memoria emocional, es indudablemente la estructura básica en la valoración de los estímulos a los que se enfrenta el individuo y a la generación de las respuestas emocionales a cada una de las experiencias, agradables o desagradables, intrínsecas o extrínsecas, que ingresan al SNC.
La estimulación de la amígdala puede desencadenar conducta de agresión, y lo mismo ocurre por la estimulación del hipotálamo con el que tiene conexiones. El fenómeno de “falsa rabia” (sham rage) que se presenta en el animal decorticado y en el animal hipotalámico es demostrativo de que la corteza cerebral ejerce efecto modulador inhibitorio sobre la conducta violenta.
Así mismo, la ablación de la amígdala, en la lobectomía temporal bilateral, conlleva la desaparición de la conducta violenta, como se describe en el síndrome de Klüver-Bucy. En conclusión, la conducta violenta constituye una función normal del encéfalo del hombre y de otros animales en la filogenia, cuya manifestación puede ser regulada por la corteza cerebral. No en balde el aserto antiguo: “corticalización es civilización”.
Publicado: Dr. Arnulfo V. Mateo Mateo
Fuente: www.imbiomed.com.mx
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